Uganda: salvar los bosques para salvar la vida

06-06-2019 Lectura 3 Minutos
Blanca Arnaiz
Comunicación y contenidos

En poco más de 20 años Uganda ha perdido el 56% de su masa forestal. Esta triste cifra le sitúa en el tercer lugar del mundo si hablamos de pérdida de bosques, solo por detrás de Togo (73%) y Nigeria (70%). Es fácil asociar esta situación a las talas indiscriminadas, los fenómenos meteorológicos  o los incendios fortuitos.  Pero la realidad de este país africano es mucho más compleja.

El 70% de los bosques ugandeses son propiedad privada, por lo que están al arbitrio de lo que los dueños quieran hacer. Y aquí surge uno de los principales conflictos que enfrenta a la población, ya que muchos de los campos que podrían servir de pasto para los rebaños, de fuente de energía para el hogar o de materia prima para los tejados de las chozas,  son quemados a propósito.

Los queman para que los refugiados no los utilicemos, nada más, no hay ninguna otra razón, si ellos no los pueden utilizar no quieren que nosotros los utilicemos.

Es la queja de David, un estudiante de 18 años  que llegó solo a Uganda desde Sudán del Sur cuando apenas tenía 11 años. Tenga razón o no, lo cierto es que esta práctica provoca graves consecuencias en la naturaleza ya que elimina la flora, afecta seriamente a la vida animal y contamina el aire y el agua.

Las sequías azontan Uganda

Tampoco ayudan  las graves sequías que han azotado al país en los últimos años y que han provocado que la falta de agua ponga por las nubes el precio de las fuentes de energía y que por tanto se vuelva a recurrir al carbón. Muchos de los propietarios de las tierras aprovechan la situación para talar de manera indiscriminada sus propios bosques y cobrar importantes sumas de dinero por el carbón vegetal que producen, lo que afecta directamente a las personas más vulnerables. Esta situación pone dificulta más la situación de una población ya de por sí empobrecida, no en vano Uganda es uno de los países más pobres del mundo (ocupa el puesto 162 de 189 en IDH).

Además hay que tener en cuenta que  la principal fuente de subsistencia de las familias son los cultivos de autoconsumo que poseen, gracias una ley que permite a todos sus habitantes tener derecho a una pequeña parcela. Y si tienen que elegir entre que haya un árbol en mitad de su tierra o plantar cassava (lo que en España conocemos como yuca y que es el cultivo más extendido en Uganda), la decisión está clara: “hay que comer, se planta cassava”. Es cierto que el árbol también les sirve de fuente de energía para calentar sus alimentos y de hecho la necesidad de madera para la lumbre del hogar les lleva a talar incluso árboles frutales. Pero en un contexto como este la fuerza del hambre es mayor que la conciencia ambiental y la sostenibilidad.

¡Emergencia! Hay 70 millones de personas desplazadas de forma forzosa en el mundo a causa de sequías, desastres, hambre...

La grave falta de recursos se ha agravado en los últimos tres años debido a que Uganda se ha convertido en el primer país que más refugiados acoge en África. Casi un millón y medio de personas han cruzado sus fronteras en busca de una vida más segura. Su generosa política de acogida permite a quienes llegan, disfrutar de todos los bienes y servicios que ofrece el país a sus habitantes nativos, lo que por supuesto incluye el derecho a la tierra. El modus operandi de los refugiados sigue el mismo patrón que el de la población local: es más importante cultivar la tierra y poder comer que tener un árbol en el terreno.

Así ha llegado la perla de África (como se conoce a Uganda) a esta grave degradación de sus bosques.

Ayuda en Acción es consciente de la alarmante escasez y degradación de los recursos naturales que sufre el país y por eso trabajamos con la población promoviendo medios de vida sostenibles y educando en el cuidado de los recursos naturales con el objetivo de reducir el hambre y la pobreza extrema de sus habitantes.