Julio Roncero, expatriado en Mozambique: “a veces llegamos con mentalidades y formas de trabajo que aquí no funcionan”

28-05-2021 Lectura 6 Minutos
Noemí García Cabezas
Comunicación y contenidos

Julio Roncero trabaja en Ayuda en Acción desde el año 2017. Siempre lo ha hecho en la sede central, en Madrid. Sin embargo, en marzo de 2021 se trasladó a Pemba, capital de la provincia de Cabo Delgado, al Norte de Mozambique. Allí ha pasado a ser administrador de nuestro programa nacional.

Si bien Ayuda en Acción apuesta fuertemente por el fortalecimiento de los equipos nacionales, en ciertos contextos opta por contar con personal expatriado. De esta forma fomentamos el desarrollo de forma integral, capacitando a los equipos locales. De esta nueva experiencia (que en principio durará un año y medio) y de lo que supone para Ayuda en Acción, hablamos con Julio.

Pregunta. ¿En qué consiste exactamente tu labor en el país?

Respuesta. Como administrador del programa nacional, me encargo de gestionar toda el área financiera, de recursos humanos, legal, tributaria, así como de compras y logística. A su vez, tengo que velar por que se cumplan tanto las peticiones de la sede central, así como del cumplimiento del marco legal y financiero mozambiqueño en todo lo que hacemos.

¿Por qué decidiste coger las maletas y emprender esta nueva experiencia en un momento y un contexto tan complicado como el actual?

He tenido la suerte que, desde que comencé a trabajar en Ayuda en Acción, he podido viajar a varios de los países en los que trabajamos. En esto viajes pude compartir momentos de trabajo con el equipo local, palpar los proyectos de primera mano. Tuve la oportunidad de ver los retos a los que se enfrentaban en su día y día y poder construir una relación más o menos estrecha con el equipo. Estas experiencias cortas me hicieron aflorar, aun más, la necesidad de poder ver lo que hacíamos de cerca y trabajar día a día junto a las personas con y por las que trabajamos.Julio Roncero, expatriado en Mozambique, en la oficina nacional

Cuando se presentó la oportunidad de venir a Mozambique y asumir el cargo de administrador nacional no fue una decisión fácil, pero sabía que era lo que tenía que hacer. El norte de Mozambique vive ahora mismo una gran crisis humanitaria como consecuencia de la violencia yihadista. A eso se suman los estragos que el cambio climático está haciendo en la zona y cómo no, la crisis de la COVID-19.

¿Es la primera vez que tienes una experiencia de trabajo internacional?

Anteriormente había trabajado en diferentes países, algunos con contextos complejos. Sin embargo, esta es la primera vez que trabajo en terreno en el ámbito de la cooperación. Para mí es sin duda una oportunidad no solo a nivel profesional, sino también personal.

Ayuda en Acción es una de las organizaciones pioneras en Cabo Delgado, pero no es la única. ¿Hay mucho personal expatriado en la zona?

El número de expatriados en la provincia de Cabo Delgado es alto. Es una zona que tiene yacimientos de gas que son gestionados por empresas extranjeras. Debido a los ataques yihadistas recientes su actividad se ha reducido al mínimo y muchas multinacionales han optado por sacar al personal de la zona.

Por otro lado, Cabo Delgado vive ahora mismo una gran crisis humanitaria como consecuencia de la violencia yihadista en el norte del país. Esto ha llevado al desembarco de nuevas ONG y agencias de Naciones Unidas especialistas en ayuda humanitaria. Hay bastante presencia internacional en la ciudad y es posible que vengan más pues el número de personas desplazadas no para de crecer y las necesidades son infinitas.

A nivel de inseguridad, ¿qué es lo que te has encontrado en la provincia de Cabo Delgado? ¿Qué está pasando?

Desde 2017 en el norte de Cabo Delgado hay un conflicto abierto con insurgentes que en principio tiene una vertiente yihadista. Hay una violencia muy fuerte hacia la población local de las zonas del norte, lo que ha provocado más de 700.000 personas desplazadas y más de 3.000 muertas. Esto lleva a que la población viva con mucho miedo.

Vivir aquí es vivir con la amenaza de que pueda haber un ataque o un atentado en cualquier momento. Eso implica tomar medidas de seguridad adicionales, no poder salir a ciertos lugares, viajar de noche y un largo etcétera. Hay miedo y preocupación en el ambiente, pero es cierto que en el día a día con tu trabajo y tu vida personal tampoco lo llegas a percibir constantemente.

¿En qué situación vive la gente desplazada en Cabo Delgado?

A pesar de los esfuerzos continuos por parte de las ONG y organismos de ayuda, la gente en los asentamientos vive en condiciones de hacinamiento, con acceso a recursos muy básicos o precarios: sin agua corriente, con una letrina para cada 400 o 500 personas… Es una situación muy difícil.

Pero no solo es eso, es el miedo. El miedo de morir por un ataque terrorista o por enfermedades. Se han dado brotes de cólera en los campamentos y la malaria tiene un impacto muy fuerte en la zona. Además, hay altos niveles de desnutrición, sobre todo entre la población infantil. Es muy complicado convivir con esto que vemos cada día en nuestro trabajo.

Cuando ves esas situaciones el ánimo te cambia. Pero el hecho de estar ayudando y poder brindar oportunidades a la población para llevar una vida mejor te reconforta y te da fuerzas para seguir adelante.

Julio en el campamento de desplazados

¿Cómo es tu trabajo diario y qué dificultades te estás encontrando en tu día a día?

Suelo trabajar en la oficina que Ayuda en Acción tiene en Pemba el 90% de mi tiempo. Aún así, el día a día es un desafío: adaptarte a las dinámicas del equipo local, trabajar con la administración, encontrar proveedores que cumplan con nuestra política de transparencia y legalidad, lidiar con bancos nacionales, la regulación local, etc. En resumen, tener que enfrentarte a un país débil administrativamente hablando, con altos niveles de corrupción, es un reto. Necesitas una adaptación total en tu modo de trabajar y no es fácil. Además, es un trabajo muy demandante, cuando estás en terreno vienes a dar el 200%.

En la sede central estamos acostumbrados a unos estándares y a una forma de desarrollar nuestras tareas que distan mucho de la realidad local. A veces llegamos con una mentalidad y unas formas de trabajar que aquí no funcionan. Hay que encontrar ese equilibrio entre las debilidades que tiene el país y su manera de trabajar y la exigencia que tenemos desde la sede o desde diferentes financiadores internacionales.

¿Crees que el hecho de que en los proyectos de cooperación haya personal expatriado mejora los resultados?

En cierto modo creo que sí es algo muy beneficioso. No se trata de que todo el personal sea expatriado. De hecho, en Ayuda en Acción siempre se ha apostado por el personal local y ese debería ser el modelo. Sin embargo, a día de hoy, contar con personal expatriado aporta mucho para ciertos equipos nacionales. Normalmente las personas expatriadas tienen mucha formación y experiencia que sin duda revierten positivamente en el equipo local. Y es que gran parte de la tarea del personal expatriado es formar y mejorar procesos. Uno de nuestros principales objetivos desde Ayuda en Acción es que los equipos locales sean totalmente autónomos.

Julio Roncero, expatriado en Mozambique: cuando estás en terreno vienes a dar el 200%. Clic para tuitear

Ahora que estás en terreno, ¿hay cosas que entiendes y que antes no eras capaz de hacerlo?

Es muy importante conocer la realidad para enfocar mejor nuestro trabajo. Yo desde Madrid pedía informes, ponía deadlines que, por circunstancias ajenas al equipo eran imposibles de cumplir. Muchas veces no entendía las dificultades que hay aquí. Dificultades como se vaya luz un día sí y otro también, que la conexión a Internet es muy débil, hasta el punto de que el correo ni siquiera se carga. Lo mismo ocurre con las personas en campo: hasta que no vas y ves la problemática real a la que nos enfrentamos, es difícil ser consciente de cómo hacer ese trabajo.

A mí me ayuda mucho estar permanentemente con el equipo local. Así entiendo su forma de trabajar, sus problemas… Logro adaptarme mejor a la realidad mozambiqueña y, desde ahí, intentar mejorar aquello que no está funcionando con formación, herramientas o nuevos procesos. Ahora siento que puedo gestionar mejor al equipo, marcar unos plazos de entrega más realistas, conocer los obstáculos que tienen y adaptarlos para poder avanzar juntos.

Muchas personas piensan que quienes nos dedicamos a la cooperación, y sobre todo quienes como tú decidís trabajar en terreno, somos héroes…

No somos héroes, ¡ni mucho menos! Diría que para estar aquí hay que tener mucha motivación, capacidad de adaptación y ganas de implicarse. Con eso y la experiencia laboral las cosas van saliendo. Aquí vivo una realidad muy distinta: desde la comida, los tiempos, el clima, las largas jornadas de trabajo y sobre todo estar tan lejos de tu gente querida. Es necesario adaptarse a un entorno con menos comodidades y muy exigente a nivel laboral, con el añadido de que hay una situación de peligrosidad que limita mucho los movimientos. Sin estar motivado, adaptarse es difícil.